TRACKLIST. Pincha aquí para ver el listado de cuentos y las canciones que los inspiran (y si pinchas en los títulos en azul o rosa, podrás leer el cuento).

De la contraportada del libro

29 canciones. De Los Planetas a Pulp, pasando por Surfin´ Bichos, Pet Shop Boys y Lou Reed. De todas las cosas que se pueden hacer con ellas, Federico Montalbán escribió 26 cuentos. Y Casanovas, sin leerlos, constuyó la banda sonora en imágenes mientras oía las mismas canciones. Música, literatura e ilustración. Tres en uno.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Entrevista en La Opinión (por Ángel Sopena)

Hoy ha salido una entrevista en La Opinión realizada por Ángel Sopena. Copio y pego (se puede leer, y con foto, en: http://mas.laopiniondemurcia.es/verano/?p=4668

Federico Montalbán presenta mañana el libro ‘Cuentos pop’

En el prólogo de ‘Cuentos pop’, nueva obra del murciano Federico Montalbán, se puede leer: “La canción pop es la manera más perfecta de novelar tres minutos de experiencia dentro de una melodía de tres acordes de guitarra. Están compuestas para usarse y se pueden adaptar a circunstancias y necesidades. Son las pastillas revitalizantes con las que podemos sobrevivir en multicolor dentro de un mundo gris”. En canciones pop se ha inspirado su autor, Federico Montalbán López (Murcia, 1974), licenciado en Veterinaria y diplomado en Educación Social, amén de melómano impenitente. Trabajó como vacunador de ovejas, peluquero de perros y gatos, escudo humano, ama de casa, educador en barrios excluidos, bloguero… Tiene publicada una novela titulada ‘El ataúd paciente’ (Gakoa, 2004) y un ensayo, ‘Amor: agitar antes de usar’ (Espejo de tinta, 2008). Desde 2008 escribe casi a diario en el blog elhombreamadecasa.com. Ahora publica ‘Cuentos pop’ (Editorial Morsa), inspirado en canciones de, entre otros, Los Marañones, Los Planetas, Surfin Bichos, Pulp, Rolling Stones, Pet Shop Boys, Vainica doble, Nosoträsh… 29 canciones para 26 cuentos. Con un estilo entre Nick Hornby y Agustín Fernández Mallo, confecciona un entusiasta y expresivo recorrido por las emociones y sensibilidades que genera la escucha de esas canciones. El libro cuenta con ilustraciones de José María Casanovas, que se inspiran a su vez en las canciones, aunando música, literatura e ilustración. ‘Cuentos pop’ se presenta mañana, a las 18.30 horas, en la librería Historietas.

¿Cuándo y cómo surge la idea de escribir estos ‘Cuentos pop’?

Hace varios años colaboraba con un programa que se llama ‘Especia Melange’ de Radio 3, que dirigían Celia Montalbán y Javier Gallego. Les mandaba cuentos, pequeñas piezas de radioficción, y uno de ellos era una canción de Chucho (’Cirujano patafísico’). Ahí descubrí que había cierta relación entre el cuento y la canción, así que pensé que estaría bien hacer varios cuentos basados en varias canciones pop. Total: 29 canciones de las que salen 26 cuentos, porque hay varios cuentos que tienen cara A y B.

Como los singles de vinilo, lo que hace presuponer que eres un gran aficionado a la música pop. Incluso el prologuista ha dicho de ti que eres “un diabético de la insulina pop”.

Me paso todo el día escuchando música, en el coche, cocinando…

¿Por qué veintinueve canciones? ¿Por qué estas canciones y no otras?

Estuve escribiendo cuentos hasta que teníamos que terminar porque había que sacar el libro. Y esas canciones eran las que me iban dando sugerencias para hacer cuentos.

Hay cuentos basados en ‘Gente Abollada’ y ‘Comida china y subfusiles’ de Surfin Bichos, antes has citado a Chucho… ¿Eres muy fan de Fernando Alfaro? Hay canciones también de Sr. Chinarro y de Los Planetas… Echo en falta a Manolo de Astrud, que, junto a estos, es uno de los mejores letristas en español.

De Astrud no. Faltan tantas canciones, es imposible que estén todas. Entre esos escritores que nombras estaría también Nacho Vegas… Y sí, todo lo que es Surfin Bichos, Mercromina… soy fan fatal.

¿Has tenido ocasión de ver a Surfin Bichos en vivo?

Los vi en el Lemon Pop cuando estuvieron hace tres años, y también los vi en Albacete.

El cómic, la ilustración, también es parte importante de este libro de cuentos.

Las ilustraciones que hace Casanovas son increíbles. Le dan un toque aún más pop, y los tebeos efectivamente están presentes. Sale Batman, Daredevil…, que son parte de la cultura pop, y es inevitable contar historias sin que ello salga. Son cuentos cortitos, tienen alrededor de 500 palabras, porque en realidad estos cuentos están pensados para la radio. Los pensé para repetir lo que ya se hizo con la Especia Melange, pero no salieron por la radio, y al final se quedaron con esa extensión, que es muy pop.

¿Qué te ha interesado de estas canciones elegidas?

Algunas daban pie a una historia tal cual, por ejemplo las que comentábamos de Surfin Bichos, de las que tomo personajes que salen de esas canciones. En ‘Gente abollada’ sale una pareja que son yonquis, y yo tomo a esos dos personajes y a partir de ahí creo una historia. Luego, ‘Black Experience’, de Los Marañones, me sirve para contar una vez que estuve viéndolos en uno de esos conciertos de juventud en los que uno hace un poco el loco, y a partir de esa canción cuento una historia personal. Es decir, hay canciones que te inspiran una historia tal cual, y otras que te hacen recordar momentos personales que pensé que sería interesantes contarlos.

¿Has elegido las canciones independientemente de que te gusten o sean más narrativas?

Sí, muchas veces escuchabas la canción y decías “pues con este verso o con este sentimiento puedo escribir un cuento”.

¿Estos cuentos son más realistas que fantásticos?

Yo creo que cada historia tiene mitad y mitad. Incluso cuando uno cuenta algo que le pasó es casi inevitable mentir. Hay cuentos que son fantásticos, por ejemplo uno basado en una canción de Nosotrash, que habla de un mutante literario. En otros cuento que estoy cocinando y oyendo una canción, y a partir de ahí me pasan cosas. Hay canciones que las tomo como parte fundamental y otras que las tomo como excusas para poder contar algo.

Además de Los Marañones, citas a Vacaciones ¿Cuál ha sido tu último descubrimiento del pop murciano?

Tengo que reconocer que a Vacaciones los descubrí muy tarde. Mi último descubrimiento es Klaus & Kinski, a los que escucho una y otra vez.

¿Ha habido alguna canción que se te ha resistido, que no has podido sacarle punta?

En ‘Corazón colilla’ de Nosotrash, que habla sobre el tabaco, el cuento fue cambiado un montón, porque yo quería hacer una historia sobre un tipo que fuma, y el humo sale haciendo formas según lo que está leyendo, pero la cosa fue mutando hasta que me inventé una historia fantástica del mutante literario.

¿Ayuda a profundizar en los cuentos el conocer las canciones que las inspiran?

Sí. Se ha hecho una lista en Spotify. Yo creo que los cuentos deben ser leídos con la canción y el dibujo que ha hecho Casanovas.

¿Hay algún cuento que se ha quedado pendiente?

Sigo escribiendo cuentos, y de hecho tengo uno casi terminado basado en ‘Teléfono de la esperanza’ de Klaus & Kinski, que da para un montón de cuentos, porque es una canción que dice que si tú te quieres matar pues él te ayuda, que da mucho de sí, y, como hay un blog (www.cuentospop.blogspot.com), seguiré subiendo cuentos.

Último concierto, disco, libro, que has disfrutado.

El último concierto al que acudí fue el de Fran Nixon, o Klaus & Kinski… El último disco es el de Los Fresones Rebeldes, y ya he hecho el pedido a Elefant para el de Colajet Set y un montón de discos más.

Ángel H. Sopena

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Tracklist

Amor abollado
Artista: Surfin´ Bichos
Canción: Gente abollada y Comida china y subfusiles
Álbum: La luz en tus entrañas y El amigo de las tormentas (respectivamente)

Pequeña nota autobiográfica (I)
Artista: Pet Shop Boys
Canción: Go West
Álbum: Very (ver también ceremonia entrega Brit Awards 1994)

El idiota
Artista: Lori Meyers
Canción: Tokio ya no nos quiere
Álbum: Viaje de estudios

Rencor
Artista: Los Planetas
Canción: Canción del fin del mundo
Álbum: Contra la ley de la gravedad

La madre
Artista: Negu Gorriak
Canción: Amodiozco Kanta
Álbum: Negu Gorriak

Mil millones de veces
Artista: Mercromina
Canción: Mil millones de veces
Álbum: Desde la montaña más alta del mundo

Diez días en la vida de un superhéroe
Artista: The Jam
Canción: Batman Theme
Álbum: In The City

Pequeña nota autobiográfica (II)
Artista: Los Marañones
Canción: Black Experience
Álbum: Experiencia negra

Vacaciones
Artista: Los enemigos
Canción: Septiembre
Álbum: La vida mata

Metamorfosis curiosa, metamorfosis extraña
Artista: Vainica Doble
Canción: Réquiem por un amigo
Álbum: Heliotropos

Penalti y expulsión
Artista: The Unfinished Sympathy
Canción: Catenaggio
Álbum: We Push You Pull

Los guisos de mamá están de muerte
Artista: Mala Rodríguez
Canción: La niña
Álbum: Alevosía

El ratoncito del estudio
Artista: Sr. chinarro
Canción: La canción de G. G. Penningstone
Álbum: El mundo según

Pequeña nota autobiográfica (III)
Artista: The Divine Comedy
Canción: A Lady Of A Certain Age
Álbum: Victory Fot The Comic Muse

El juicio sumarísimo
Artista: Esclarecidos
Canción: Arponera
Álbum: 2

Azúcar Placebo
Cara A
Artista: Pauline en la playa
Canción: Un monstruo
Álbum: Nada como el hogar
Cara B
Artista: Pulp
Canción: The Fear
Álbum: This Is Hardcore

Pequeña nota autobiográfica (IV)
Artista: Bersuit Vergarabat
Canción: Desconexión Sideral
Álbum: Hijos del culo

Coser y cantar
Artista: Chucho
Canción: Cirujano patafísico
Álbum: Tejido de felicidad

El amor que se expande
Artista: La habitación roja
Canción: Agujeros Negros
Álbum: Nuevos tiempos

Kurek y la ceniza
Artista: Nosoträsh
Álbum: Popemas
Canción: Corazón colilla

Ella
Artista: T-Rex
Canción: Cosmic Dancer
Álbum: Electric Warrior

Pequeña nota autobiográfica (V)
Artista: Lou Reed
Canción: Vicious y Satellite of love
Álbum: Transformer

Diccionario de uso
Artista: Triángulo de amor bizarro
Canción: El fantasma de la transición
Álbum: Triángulo de amor bizarro

Decibelios
Artista: Clovis
Canción: En sueños
Álbum: Bajo la influencia

(El final de) Los besos metálicos
Artista: Francisco Nixon
Canción: Brackets
Álbum: El perro es mío

Pequeña nota probablemente autobiográfica
Artista: The Rolling Stones
Canción: You Can´t Always Get What Yoy Want
Álbum: Let It Bleed

jueves, 3 de diciembre de 2009

El libro se expande

Poco a poco, y eso que todavía no ha salido de imprenta, el libro va apareciendo en algunos blogs. Pongo los enlaces:

Perros felices (blog dedicado a Surfin´Bichos, Mercromina, Chucho, Joaquín Pascual, Fernando Alfaro...)

El blog de Enrique Laso (un buen amigo y compañero escritor)

Historietas (mi tienda favorita)

(En la columna de la derecha hay algunos links más.)

Gracias a todos.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Comida china y subfusiles (cuento: Amor abollado)

Voy a ir subiendo algunas de las canciones que no he encontrado en Spotify. Empiezo con "Comida china y subfusiles" de Surfin´ Bichos. Si tuviera que hacer una lista con mis cinco canciones favotitas, me las vería y me las desearía para impedir que las cinco no fueran de este grupo albaceteño.




El cuento, por cierto, se puede leer aquí.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Caras B y rarezas



He hecho una lista con alguna de las canciones que se citan en Cuentos pop pero que no inspiran directamente ninguno de los textos.

Podéis escucharla en:
http://open.spotify.com/user/federicomontalbanlopez/playlist/3MnqVZJ6sh8uKuhllbZeDP

miércoles, 25 de noviembre de 2009

¡LA PORTADA!


La morsa y el libro

(Sacado de la entrada titulada "Bestiario de elhombreamadecasa: La morsa", del blog elhombreamadecasa.com)


La morsa es un mamífero pinnípedo semiacuático de gran tamaño que habita en los mares árticos. El término pinnípedo requeriría una aclaración pero si nos empezamos a ir por las ramas, no acabamos nunca. Los machos pueden llegar a pesar unos mil setecientos kilos. Las hembras algo menos porque, al parecer, cuidan más la línea. Su piel es bastante gruesa, hasta 4 centímetos. Esto les protege del frío polar y de los clásicos pellizcos de abuela. Si algo las destaca por encima del resto son dos enormes colmillos de un metro de longitud que junto a sus tremendos mostachos, hacen de la morsa un animal algo surrealista y difícil de ser tomado en serio. Como estos colmillos son de márfil, estuvo a punto de ser aniquilada por la avaricia del hombre blanco y europeo. Y es que la avaricia es mala, a no ser que se enfoque a acumular discos, libros y tebeos. En este caso es sumamente positiva.

Según la wikipedia hay tres subespecies: la morsa del Atlántico (Odobenus rosmarus rosmarus), la del Pacífico (Odobenus rosmarus divergens) y la del mar de Láptev (Odobenus rosmarus laptevi). Se olvidan de la cuarta y la quinta.

La cuarta es Paul McCartney por obra y gracia de una de las leyendas urbanas más fascinantes de toda la historia. Sir Paul murió en 1966, en un accidente de tráfico, y fue reemplazado, después de un casting de parecidos razonables, por un policía canadiense de nombre William Campbell. Su doble se parecía físicamente y tenía la misma voz, como si fuera el mismísismo McCartney, vamos. Pruebas de este incuestionable hecho las hay a mogollón. Si uno se fija en la portada del "Rubber Soul" salta a la vista que está tomada desde la tumba de Paul. En la portada del "Magical Mistery Tour" el único que está vestido de Morsa es Paul. En la canción "Yesterday" se canta: "I'm not half the man I used to be" (no soy el hombre que solía ser). ¿Hacen falta más pruebas? Por si acaso, en Internet hay millones de ellas.

La quinta Morsa es una editorial pequeña y coqueta de Barcelona. Aquí está su página web. Se han destacado en la publicación de libros ilustrados y cuidan mucho mucho la edición. A su correo electrónico llegaron por casualidad, y rebote, unos cuantos cuentos pop.

Al principio, los cuentos pop no eran cuentos pop. Al menos el primero no lo era. Se trataba de un pequeño texto que se leyó en el programa de Radio3 "Especia Melange". Al acabar el cuento, sonó "Cirujano patafísico", de Chucho, y elhombreamadecasa, que por aquel entonces probablemente sería hombre pero no ama de casa, descubrió que su cuento casaba muy bien con la canción. La idea anidó en su cabeza y un puñado de años después, se lanzó a escribir cuentos basados en canciones, a veces de forma directa, a veces de forma libre.

El proyecto estuvo a punto de salir en una radio, de hecho un cuento inspirado en "Las opotunidades perdidas" de Calamaro, se leyó en "La ventada del verano" (Cadena SER). Luego, elhombreamadecasa los envió a varias revistas, y desde una de ellas llegaron a Morsa. Les gustaron y, más de dos años después, la idea de publicarlos se va a hacer realidad.

El editor, mientras pensaba en el libro, tuvo una gran ocurrencia: en vez de ilustrar los cuentos, eso está ya muy visto, se ilustarían las canciones que inspiran los cuentos. Encerró los textos bajo siete llaves para que José María Casanovas, el brillante ilustrador, no los pudiera leer y se dejara llevar solo por las canciones. La idea es muy buena. Se consigue así un libro muy especial que aúna música, literatura e ilustración.

(Si de la pagina web de la editorial vais al blog y buscáis en la columna de la derecha, según se mira, encontraréis un par de ilustraciones de Casanovas.)

Los planes no deben sufrir ninguna alteración y el libro entrará en imprenta cualquier día de estos. A finales de noviembre, si no hay retrasos, que todo es posible, saldrá, calentito y recién hecho, rumbo a todas las librerías del reino. Vaya, justo para la campaña navideña. Qué casualidad.

PD: Se me olvidaban un par de cosas. El libro tendrá un prólogo, buenísimo, cuyo autor habla de las canciones que le gustan en rock&rodri land. A pesar de las evidentes conexiones, ninguno de los cuentos está basado en una canción de The Beatles. Sin embargo, en el prólogo se cita el "She Loves You". Este hecho deberá ser estudiado con detenimiento porque posiblemente sea la prueba definitiva de que Paul McCartney es la morsa.

lunes, 12 de octubre de 2009

Pequeña nota autobiográfica (IV)

B.S.n.O.
Artista: Bersuit Vergarabat
Canción: Desconexión Sideral
Álbum: Hijos del culo


La situación era la que sigue. Allí estaba yo, acostado al lado de mi hijo, dándole golpecitos rítmicos en el pañal, a ver si había suerte y se dormía pronto y me daba tiempo a terminar la comida antes de que llegara Mercedes. Mientras tanto, mi cabeza iba a lo suyo y le daba vueltas a una canción de la Bersuit sobre una bruja y un astronauta. Una bruja y un astronauta. No me diréis que la cosa no era jugosa. La respiración de mi hijo se iba calmando. Estaba al caer. Tenía claro que en la historia debía haber un cohete y un viaje de amor a Marte. Lo que no tenía claro era si el cohete iba a ser de verdad y los amantes acabarían felices en Marte o si el cohete iba a ser una locura y los amantes acabarían felices en un frenopático. Acerca de la felicidad de los personajes discrepaba de la Bersuit. Una historia entre un astronauta y una bruja debería tener un final feliz. En la atmósfera marciana rodarían gotas de amor o en las paredes acolchadas. En esas estaba cuando en la radio empezaron a hablar de una astronauta de la NASA. Qué casualidad, me dije y afiné el oído.

La capitana de navío Lisa Marie Nowak había intentado secuestrar a su rival amorosa. Las dos estaban enamoradas del mismo astronauta, el que pilotó la última misión del Discovery. El amor no entiende de profesiones ni planetas. La astronauta estaba casado con varios hijos y le encontraron todo tipo de utensilios: desde una pistola de dióxido de carbono a trozos de tubería de plástico. La historia estaba bien pero de momento no rivalizaba con la mía. Hasta que el locutor añadió un detalle. La tía había cruzado el país, USA, como no, para acabar con su rival. Y para no detenerse, condujo cientos de kilómetros con unos pañales siderales. Las prisas de los celos.
La respiración de Juan se hizo monótona y, con movimientos temerosos, salí de la habitación. Que no se despierte. Que no se despierte. Eché un último vistazo y lo vi dormir placidamente. Qué envidia. Me puse el delantal y encendí el fuego. Todavía no entiendo qué impulsó a mi tía a comprarme ese delantal de faralaes cuando estuvo en Sevilla. Miré el reloj. El arroz y habichuelas estaría a tiempo. Lo malo era que había olvidado comprar alcachofas y no me quedaban tomates. Qué desastre.
Mientras trajinaba con mis cacharros de cocina (cita subliminal) noté que me temblaba el pulso. Por culpa de los pañales de la NASA. Aquello era el colmo. No temblaba de sorpresa o cansancio sino de rabia. ¿Cómo se le ocurría a la realidad ridiculizar así a la ficción? Maldita sea. La realidad debería limitarse a la suciedad de la cocina, a las letras de la hipoteca, al efecto invernadero, el precio de los pañales, los madrugones y esas cosas. Pero no. La astronauta tuvo que cruzar el país cagando y meando en unos pañales de miles de dólares para poder matar cuanto antes a la otra mujer, abandonar a su marido y tres hijos y quedarse para ella sola al comandante piloto Bill Oefelein.
Después de eso, ¿qué iba a hacer yo con mi bruja y mi astronauta? No me quedó más remedio que dejarlos flotando en el vació ficticio, a mitad de camino del psiquiátrico. O de Marte.
El sofrito ya estaba. Eché la sal y bajé un poco el fuego. Un momento. Algo fallaba. Mierda. Ya había echado la sal antes. Eso me pasaba por no tener la cabeza donde debía. Definitivamente, aquel no era mi día.

sábado, 19 de septiembre de 2009

(El final de) Los besos metálicos

B.S. no O.
Artista: Francisco Nixon
Canción: Brackets
Álbum: El perro es mío


En mi opinión, fue cosa del aparato dental. En su opinión, fue más bien cosa de mi imbecilidad e inmadurez. También influyeron, todavía según ella, el que yo fuera un mentiroso, un capullo y alguna que otra cosa más que no considero necesario señalar, a pesar de que serviría para entender mejor lo que sucedió. Se trata de narrar un triste episodio de mi vida, no de flagelarme en público.
Sentí que todo había terminado cuando llegó feliz y sonriente anunciando que ya le habían quitado el aparato dental. No es que sintiera realmente y de golpe que todo había terminado como si una bomba de hidrógeno nos hubiera barrido del mapa. Más bien fue como un molesto picotazo de mosquito que empieza sin ser nada grave y acaba teniéndote toda la noche en vela. Era la primera vez que la veía sonreír en meses sin forzar los labios para ocultar los metales que forzaban a sus dientes a recuperar el lugar adecuado.
A mí me gustaba con aparato dental. Ella pensaba que era mentira, que lo decía para consolarla. Pero era verdad. Me gustaba el tacto frío del metal. Juguetear con las piececitas artificiales que salpicaban cada uno de sus dientes. Incluso me divertían los engorrosos accidentes que teníamos de vez en cuando por culpa de aquel sugerente chisme.
Eran tiempos de achuchones furtivos. Un banco escondido, una calle a oscuras. Se quitaba el carmín con un pañuelo de papel, unos segundos interminables, y nos besábamos como locos durante horas. No me hubiera importado que se dejara los labios pintados pero ella argumentaba siempre que me dejaría la boca como si me estuviera desangrando. Al parecer esa imagen le disgustaba.
También eran tiempos en que los besos suponían la expresión absoluta (y única) del amor. Vale, alguna que otra caricia subida de tono y algún roce sofocante sí había, pero lo importante era besarse. Y a mí me volvían loco sus besos metálicos.
No compartí su felicidad al verse libre del aparato dental y me vi obligado a fingir tanta alegría como ella. Nos fuimos de cena y después paseamos buscando un lugar propicio. Que resultó ser un banco frente a la antigua sede del PCE en la ciudad.
El ritual del carmín y el pañuelo de papel no me sacudió como un terremoto (que era lo habitual). Los besos me resultaron… bueno, no sé cómo me resultaron, o no lo quiero decir, pero no fueron como los de antes. Y no creo que la cuestión fuese si yo había resultado ser un pervertido amante de los metales o no. El hecho de que me gustara más con aparato dental que sin él no me convertía en un depravado de gustos obscenos. Supongo que eso lo dijo dolida por mis palabras de despedida. Creo más bien que el amor depende de cosas pequeñas, a veces metálicas, y si desaparecen, el amor se esfuma. Eso fue lo que nos pasó a nosotros, a mí al menos.
Cuando me pidió explicaciones, cosa que no suele hacerse cuando uno declara su amor, no pude darle más que esa. No había otra persona (nos vi como a dos actores de una película del tres al cuarto cuando me lo preguntó); no me habían reclutado inesperadamente para combatir en ninguna guerra injusta, perdón por la redundancia; no había descubierto mi homosexualidad latente ni siquiera habíamos usado el amor lo suficiente como para romperlo.
Hace poco la vi pasar. Iba con un hombre y una niña. Su marido y su hija, supuse. Los tres iban vestidos de forma muy elegante y parecían dirigirse con prisas a alguna cita importante. Ella caminaba la primera como tirando mentalmente de los otros dos. Tal vez había desarrollado poderes telequinéticos en los últimos años. De repente se paró, se giró hacia la niña, le arregló algo en el vestido y volvió a colocarse en cabeza marcando un buen paso. No me vio. O quizás sí y prefirió ignorarme. Mejor así. De lo contrario se habría sentido obligada a pararse a cruzar conmigo algunas palabras. ¿Qué podríamos habernos dicho que mereciera la pena? Además les hubiera hecho perder un tiempo del que parecían no disponer.
La vi alejarse y pensé que es una pena que los aparatos dentales no sean para toda la vida.

lunes, 23 de marzo de 2009

Decibelios

B.S.n.O
Artista: Clovis
Canción: En sueños
Álbum: Bajo la influencia

La vida tendría que venir con escalera de incendios. Como en las películas americanas. Una de esas a las que el protagonista se asoma para escuchar el tráfico, ver las alcantarillas humeantes y pensar melancólico en sus problemas. Una de esas en las que se esconde el amante sorprendido. Una de esas en las que Daredevil salta y salta en busca del villano de turno. Una de esas por las que huir cuando todo está en llamas.

¿Quién coño habrá sido el arquitecto inútil de nuestras vidas? (Está visto que hoy en día le dan el título a cualquiera.) ¿En qué alcantarilla se esconderá el corrupto concejal de urbanismo que aprobó la licencia de obras para que nos construyeran de esta forma tan defectuosa? (Está visto que hoy en día le dan el voto a cualquiera.)

Si la vida en general ha sido construido con el culo, la mía en particular ha sido hecha… bueno, tendría que saber más anatomía para saber con qué parte del cuerpo han construido la mía en particular. La nómina de responsables ineptos podría hacerse eterna: arquitectos, concejales, genetistas, madres…

¿Por qué, por ejemplo, no salí del útero materno con un botón de mute hecho y derecho? Ahora podría darle y hacer que se apague este ruido horrible que no para en mi cabeza. Leo en la wikipedia (sí, sí, ya sé que no es de fiar pero, seamos serios, nada es de fiar) que el límite superior deseable de ruido ronda los 50 decibelios. El ruido insoportable que zumba en mi cabeza debe superar el límite superior indeseable de 130 decibelios, por lo menos. He probado a ponerme unos auriculares que he encontrado en un cajón y subir el volumen de la música a tope. Música ruidosa, la más ruidosa que he encontrado. Un disco abominable de heavy que alguien me grabó. No funciona. El ruido de los remordimientos es mayor. Mucho mayor. Gigante. Inmenso. Insoportable.

Me he cansado de tocarme por todas partes, por partes que nunca antes había tocado, ni yo ni nadie, pero no encuentro el jodido botón de mute. Todavía no me creo que no tengamos una puñetera secuencia de nucleótidos que ordene a unas pocas proteínas que fabriquen un botón de mute. Con lo bien que me vendría un poco de silencio, la mente en blanco, ni un pensamiento más.

En algún momento amanecerá. Para entonces ya me conoceré todas las manchas de la pared. Les habré asignado todo tipo de parecidos, razonables, irrazonables e imposibles. Intento pensar algún plan que me saque de esto. Pero el ruido no me deja. Estoy atrapado. No lo soporto más.
¿Qué pasaría si me arrancara las orejas? Nada, porque el sonido es cosa del tímpano. ¿Y si me los perforara? Nada tampoco porque el ruido de los remordimientos es cosa del cerebro. ¿No sabréis, por casualidad, el teléfono de alguien que se dedique a las lobotomías? ¿Algún forense, quizás? Os dejo mi email por si alguien sabe algo: elhombreamadecasa@gmail.com

martes, 3 de febrero de 2009

Azúcar placebo

B.S.n.O.
Cara A
Artista:
Pulp
Canción:
The Fear
Álbum: This Is Hardcore

Cara B
Artista:
Pauline en la playa
Canción: Un monstruo
Álbum: Nada como el hogar



Cuando era niño, todos los miedos me asaltaban de noche y no me dejaban conciliar el sueño. Pasé años sin poder dormir bien, de pesadilla en pesadilla, de terror en terror. Me daban miedo los marcianos de La guerra de los mundos, los zombis del Thriller de Michael Jackson, la Masa Devoradora, Freddy Krueguer, la niña del exorcista, la oscuridad del pasillo, el hombre del saco, la soledad de mi cuarto, el octavo pasajero y, por supuesto, el armario entreabierto. Cuando conseguía dormir era tapado hasta las cejas, aunque fuera verano. Las noches eran terribles para mí y lo peor era que había una por día.

Hasta que, en una ocasión, mi madre me dio un brebaje mágico, proveniente del pueblo de mi padre, donde pasábamos los veranos. Me dijo que tenía el poder mágico de ahuyentar los miedos por la noche. Aquello fue mano de santo y nunca más volví a pasar una noche con los ojos como platos, sudoroso y atemorizado, imaginándome un marciano devorador de niños esperando, detrás de la puerta, a que me durmiera.

Todas las noches, antes de dormir, tomaba mi cucharadita de la pócima. Y, si alguna vez tenía que dormir fuera de casa, le pedía a mi madre que me diera un puñado de aquellos polvos blancos que había que mezclar con agua justo antes de beberlos. Nunca viajaba sin mi pequeña cajita verde llena del ahuyentador de miedos. Sin ella me esperaba el insomnio miedoso o las pesadillas más pavorosas.

Después de muchos años lo descubrí: el brebaje no era sino agua con azúcar. Fue una idea brillante de mi madre para quitarme el miedo. Pero el hombre, y sobretodo yo, es un animal de costumbres. Ya no podía dormir sin mi ración de azúcar, que yo seguía creyendo con poderes mágicos.

Con la edad se fueron los miedos. Bueno, en realidad, no se fueron, cambiaron. Ya no era por culpa de extraterrestres o fantasmas, ya no era nocturno, pero el miedo no desapareció. Un día, aterrorizado ante la inminencia de un examen de trigonometría, me tomé una buena dosis del brebaje. El azúcar desató su efecto placebo, el miedo desapareció, llegó la calma y aprobé con nota. Aquello disparó mi adicción. Ante el menor atisbo de miedo una cucharadita de azúcar, a veces incluso sin disolver. Selectividad, una cucharadita, una cita, cucharadita, el seguro del coche, cucharadita, reivindicación salarial, cucharadita, paternidad, cucharadita, divorcio, cucharadita.

Y ahora esto. No se lo imaginan. Es terrible. Un miedo que no puedo combatir con mi poción mágica. Y lo que es peor: ya nunca más podré ahuyentar mis otros miedos con azúcar. Es terrible. La peor noticia que me podían dar. ¿Qué voy a hacer ahora si nunca aprendí a enfrentar mis miedos? El médico no entendió mi desesperación, no comprendía el alcance de lo que acababa de decirme. No se preocupe, me explicó, para su enfermedad hay medicación, no es tan malo ser diabético.

domingo, 11 de enero de 2009

El ratoncito del estudio

B.S.n.O.
Artista: Sr. Chinarro
Álbum: El mundo según

After La bola de cristal

A veces, las palabras eran mágicas. A veces, no. En una ocasión, Juan dijo papá pica y su papá se afeitó y le dio treinta besos en cada mejilla. Juan se moría de risa con tanto beso. Pero, por las noches, Juan lloraba y pedía irse a la cama de los papis y no pasaba nada. Esas palabras no eran mágicas. Sus papás no caían bajo ningún hechizo. Se mantenían inflexibles y Juan en su habitación. No había quién entendiera a las palabras.

A veces, las palabras parecían verdad. A veces, no. Si Juan decía que le dolía su barriguita, a sus papás se les cambiaba la cara y corrían por toda la casa preocupados por su hijo. Pero cuando les contaba que en el estudio había un ratoncito y que era su amigo, sus papás ponían voz de tontos y le hablaban tonterías. No se lo creían. Pero en el estudio había un ratoncito y era amigo de Juan.

Algunas mañanas, los papás de Juan se despertaban muy contentos porque habían dormido toda la noche de un tirón. Eran las noches en las que el ratoncito visitaba a Juan. Se escondían los dos debajo de las mantas y hablaban de sus cosas. Hacían planes para salir a buscar el tesoro de Garfio o se metían miedo hablando de ratas gigantes.

Todo iba bien hasta que un día, sin saber muy bien por qué, los papás de Juan se empeñaron en que dejara de usar chupete. Hasta entonces había tenido dos, uno azul y otro rosa, y según el estado de ánimo pedía uno u otro. Juan era feliz con su chupete. Lo usaba poco. Sólo para dormir y para ir en el coche. Bueno, y cuando se enfadaba o se daba un golpe o tenía fiebre. Y sin dar más explicaciones, sus papás le dijeron que ya era mayor y que debía dejar de usar chupete.

Cuando el ratoncito se enteró de lo que le habían hecho sus papás a Juan, no se lo podía creer. Los dos estaban muy enfadados. Así que, como eran amigos, decidieron aliarse y trabajar en equipo contra los adultos.

A la mañana siguiente, las magdalenas del desayuno aparecieron roídas. Los papás de Juan se enfadaron y se preocuparon. Empezaron a creerse la historia del ratoncito del estudio. La segunda mañana, uno de los tebeos favoritos del papá de Juan, apareció con la portada a medio comer. Casi le da un infarto. La tercera mañana, el mantel de los domingos parecía una red de pescar. La cuarta mañana, los papeles de la charla que mamá iba a dar en pocos días eran confeti. La quinta mañana, la muela de papá apareció picada y no por una caries. Y así una mañana tras otra.

Juan y su amigo siguieron con el plan hasta que sus papás no tuvieron más remedio que rendirse y devolverle su chupete rosa. Y el azul también. Aquella noche, ni Juan ni el ratoncito pegaron ojo. Se pasaron todo el tiempo recordando lo que habían hecho y hablando de la victoria sobre los adultos.

lunes, 5 de enero de 2009

Coser y cantar

B.S.n.O.
Artista: Chucho
Canción:Cirujano patafísico
Álbum: Tejido de felicidad


Desde bien pequeño supe que el alma estaba en el interior y que para alcanzarla había que cortar y romper. También supe que el alma estaba en las personas, los animales y, sobre todo, en las cosas. Recuerdo a la perfección el día en que una radio grande y antigua se cayó desde el aparador. Estalló en varios trozos y sus tripas de extrañas bombillas y coloridos cables se me mostraron como una revelación. Mi padre sostiene que es imposible que lo recuerde. Sólo tenías dos años, insiste. Hace tiempo que dejé de discutir con él sea cual sea el tema, pero lo recuerdo perfectamente. La radio despanzurrada emitía un leve sonido, como un quejido mal sintonizado. En mi opinión, era el alma desparramándose por el suelo y el aire.

La radio no la tiré yo. Cayó y se rompió por accidente. El resto sí fue cosa mía. Desmonté el video, el microondas, la tele y el resto de cacharros hasta llevar a mis padres a la desesperación. No sabían qué hacer conmigo. Por fortuna para ellos, un suceso casual distrajo mi atención hacia otro tipo de objetos.

Una tarde de esas aburridas de domingo, mientras mis padres languidecían en el sofá lamentando su suerte, destripé un osito de peluche con ayuda de un cutter que robé del escritorio de mi madre. Corté el abdomen a lo largo y lo vacié. El contenido algodonoso me producía cierta tiricia. Entonces algo me llamó la atención. Era una especie de tejido cálido y palpitante. Estaba cosido a la tela del oso, más o menos donde debería haber estado el corazón. En ese mismo momento fui consciente de que había descubierto algo importante. No sabía qué. Pero sí que era importante. Disecciones posteriores confirmaron que la mayoría de osos de peluche tenían aquel tejido cálido y palpitante. Los que no lo tenían eran osos malhumorados y tristones. Elaboré numerosas hipótesis hasta que una me satisfizo más que las otras. Aquel tejido, probablemente generado por los mismos peluches, era un tejido productor de felicidad. Para entonces ya era cirujano titular de un importante hospital.

La felicidad nunca me ha atraído en exceso. Así que no vi la conveniencia de confirmar la hipótesis conmigo mismo. Lamentando mi vulgaridad y lo previsible del caso, usé a una enfermera como conejilla de indias. La operación fue un éxito. No hubo ningún tipo de rechazo al tejido injertado. Además, la enfermera empezó a experimentar accesos súbitos de felicidad y amor. Se enamoró locamente de mí y acabamos casándonos. Ella es feliz, claro. Yo me conformo.

Mi descubrimiento, en los tiempos que corren, sólo podía ser usado de una manera. En pocos años, había organizado un negocio secreto de implantes de felicidad. Al principio, los clientes se mostraron recelosos pero el éxito de las operaciones me convirtió, en muy poco tiempo, en un hombre ultramultimegamillonario. Un simple oso de peluche me permite ganar cifras de dinero cargadas de ceros, toda una obscenidad. Más que osos son gallinas de huevos de oro.

Algunos clientes con los que he hecho confianza, y mi mujer, me preguntan por qué no me he injertado uno de esos tejidos de la felicidad. Creen que les oculto algo. Pero es que a mí, de verdad, eso de ser feliz no me interesa en absoluto.