Álbum: Bajo la influencia
La vida tendría que venir con escalera de incendios. Como en las películas americanas. Una de esas a las que el protagonista se asoma para escuchar el tráfico, ver las alcantarillas humeantes y pensar melancólico en sus problemas. Una de esas en las que se esconde el amante sorprendido. Una de esas en las que Daredevil salta y salta en busca del villano de turno. Una de esas por las que huir cuando todo está en llamas.
¿Quién coño habrá sido el arquitecto inútil de nuestras vidas? (Está visto que hoy en día le dan el título a cualquiera.) ¿En qué alcantarilla se esconderá el corrupto concejal de urbanismo que aprobó la licencia de obras para que nos construyeran de esta forma tan defectuosa? (Está visto que hoy en día le dan el voto a cualquiera.)
Si la vida en general ha sido construido con el culo, la mía en particular ha sido hecha… bueno, tendría que saber más anatomía para saber con qué parte del cuerpo han construido la mía en particular. La nómina de responsables ineptos podría hacerse eterna: arquitectos, concejales, genetistas, madres…
¿Por qué, por ejemplo, no salí del útero materno con un botón de mute hecho y derecho? Ahora podría darle y hacer que se apague este ruido horrible que no para en mi cabeza. Leo en la wikipedia (sí, sí, ya sé que no es de fiar pero, seamos serios, nada es de fiar) que el límite superior deseable de ruido ronda los 50 decibelios. El ruido insoportable que zumba en mi cabeza debe superar el límite superior indeseable de 130 decibelios, por lo menos. He probado a ponerme unos auriculares que he encontrado en un cajón y subir el volumen de la música a tope. Música ruidosa, la más ruidosa que he encontrado. Un disco abominable de heavy que alguien me grabó. No funciona. El ruido de los remordimientos es mayor. Mucho mayor. Gigante. Inmenso. Insoportable.
Me he cansado de tocarme por todas partes, por partes que nunca antes había tocado, ni yo ni nadie, pero no encuentro el jodido botón de mute. Todavía no me creo que no tengamos una puñetera secuencia de nucleótidos que ordene a unas pocas proteínas que fabriquen un botón de mute. Con lo bien que me vendría un poco de silencio, la mente en blanco, ni un pensamiento más.
En algún momento amanecerá. Para entonces ya me conoceré todas las manchas de la pared. Les habré asignado todo tipo de parecidos, razonables, irrazonables e imposibles. Intento pensar algún plan que me saque de esto. Pero el ruido no me deja. Estoy atrapado. No lo soporto más.
¿Qué pasaría si me arrancara las orejas? Nada, porque el sonido es cosa del tímpano. ¿Y si me los perforara? Nada tampoco porque el ruido de los remordimientos es cosa del cerebro. ¿No sabréis, por casualidad, el teléfono de alguien que se dedique a las lobotomías? ¿Algún forense, quizás? Os dejo mi email por si alguien sabe algo: elhombreamadecasa@gmail.com
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