Artista: Sr. Chinarro
After La bola de cristal
A veces, las palabras eran mágicas. A veces, no. En una ocasión, Juan dijo papá pica y su papá se afeitó y le dio treinta besos en cada mejilla. Juan se moría de risa con tanto beso. Pero, por las noches, Juan lloraba y pedía irse a la cama de los papis y no pasaba nada. Esas palabras no eran mágicas. Sus papás no caían bajo ningún hechizo. Se mantenían inflexibles y Juan en su habitación. No había quién entendiera a las palabras.
A veces, las palabras parecían verdad. A veces, no. Si Juan decía que le dolía su barriguita, a sus papás se les cambiaba la cara y corrían por toda la casa preocupados por su hijo. Pero cuando les contaba que en el estudio había un ratoncito y que era su amigo, sus papás ponían voz de tontos y le hablaban tonterías. No se lo creían. Pero en el estudio había un ratoncito y era amigo de Juan.
Algunas mañanas, los papás de Juan se despertaban muy contentos porque habían dormido toda la noche de un tirón. Eran las noches en las que el ratoncito visitaba a Juan. Se escondían los dos debajo de las mantas y hablaban de sus cosas. Hacían planes para salir a buscar el tesoro de Garfio o se metían miedo hablando de ratas gigantes.
Todo iba bien hasta que un día, sin saber muy bien por qué, los papás de Juan se empeñaron en que dejara de usar chupete. Hasta entonces había tenido dos, uno azul y otro rosa, y según el estado de ánimo pedía uno u otro. Juan era feliz con su chupete. Lo usaba poco. Sólo para dormir y para ir en el coche. Bueno, y cuando se enfadaba o se daba un golpe o tenía fiebre. Y sin dar más explicaciones, sus papás le dijeron que ya era mayor y que debía dejar de usar chupete.
Cuando el ratoncito se enteró de lo que le habían hecho sus papás a Juan, no se lo podía creer. Los dos estaban muy enfadados. Así que, como eran amigos, decidieron aliarse y trabajar en equipo contra los adultos.
A la mañana siguiente, las magdalenas del desayuno aparecieron roídas. Los papás de Juan se enfadaron y se preocuparon. Empezaron a creerse la historia del ratoncito del estudio. La segunda mañana, uno de los tebeos favoritos del papá de Juan, apareció con la portada a medio comer. Casi le da un infarto. La tercera mañana, el mantel de los domingos parecía una red de pescar. La cuarta mañana, los papeles de la charla que mamá iba a dar en pocos días eran confeti. La quinta mañana, la muela de papá apareció picada y no por una caries. Y así una mañana tras otra.
Juan y su amigo siguieron con el plan hasta que sus papás no tuvieron más remedio que rendirse y devolverle su chupete rosa. Y el azul también. Aquella noche, ni Juan ni el ratoncito pegaron ojo. Se pasaron todo el tiempo recordando lo que habían hecho y hablando de la victoria sobre los adultos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario