TRACKLIST. Pincha aquí para ver el listado de cuentos y las canciones que los inspiran (y si pinchas en los títulos en azul o rosa, podrás leer el cuento).

De la contraportada del libro

29 canciones. De Los Planetas a Pulp, pasando por Surfin´ Bichos, Pet Shop Boys y Lou Reed. De todas las cosas que se pueden hacer con ellas, Federico Montalbán escribió 26 cuentos. Y Casanovas, sin leerlos, constuyó la banda sonora en imágenes mientras oía las mismas canciones. Música, literatura e ilustración. Tres en uno.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Mil millones de veces

B.S.n.O.
Artista: Mercromina
Canción: Mil millones de veces
Álbum: Desde la montaña más alta del mundo


Cierta fatalidad, en opinión de él, los mantenía unidos durante los últimos trece o catorce años. El primer día del primer año de carrera, por casualidad, se sentaron juntos. Ninguno de los dos conocía a nadie y tras el típico momento de indecisión, después de mirar a un lado y a otro, deseando reconocer alguna cara, acabaron sentados al lado. Al principio, él no sintió nada. Exactamente durante seis minutos. Al séptimo se enamoró locamente.

Después, el azar o lo que fuera, los condujo por los mismas caminos, a veces vericuetos. Ella acabó la carrera antes y decidió marcharse al extranjero. A pesar del empeño de ella y sus inefables postales, él se propuso aprovechar la ocasión para olvidarla. A veces tenía momentos de lucidez y era capaz de darse cuenta de que un amor imposible no traería nada bueno. Pero el intento fue en balde y al cabo de un año acabaron trabajando en la misma empresa y hasta en el mismo despacho. Ella dijo que era cosa del destino. Él maldijo su suerte al tiempo que la miraba embobado.

No había sacado cuentas pero debían ser, por lo menos, mil millones las veces que había intentado que ella se enamorara de él. Después de cada fracaso, hacía esfuerzos tremendos por olvidarla pero había algo, una especie de fuerza interior o algo así, que se lo impedía. Quizás fuera el empeño de ella por seguir viéndose a diario, como dos amigos íntimos. Si supiera cuánto daño le estaba haciendo.

No podía enamorarla y no podía olvidarla. Aquél le parecía el peor de los bucles. Cierto día, un amigo, cansado de oír sus lamentos, le aconsejó que probara con la magia. Le pareció una broma pero al ver que el amigo insistía, empezó a mostrar interés. Siguiendo sus recomendaciones, visitó a una bruja que tenía una tienducha en uno de los peores barrios de la ciudad. Le explicó sus problemas y la bruja le vendió, a precio de oro, una fórmula mágica que sería infalible sólo si la bebían los dos juntos y a la vez. También le advirtió de que fuera cuidadoso con las proporciones de los ingredientes y con las dosis administradas.

Consiguió invitarla a una cena romántica. Ella se resistió al principio pero en un eterno juego de seducción/tortura acabó por aceptar. Preparó la velada con sumo cuidado y aderezó el vino con la pócima de amor. No recordó con precisión las gotas que tenía que echar, así que, decidió curarse en salud y echó un buen chorro.

* * *

A los dos días, la policía irrumpió en la casa y los encontró muertos. El forense explicó que habían fallecido por sobredosis de una producto que tendría que investigar. Lo que más llamó la atención de todos fue la cara de amor con la que murió la mujer.

jueves, 9 de octubre de 2008

Diccionario de uso

B.S.n.O.
Canción:
El fantasma de la transición
Álbum: Triángulo de amor bizarro
Artista:
Triángulo de amor bizarro

transición (del lat. <> 1. f. Acción de cambiar o pasar de un estado, manera de ser o manera de hacer una cosa a otro:”Una brusca transición de casada a divorciada. La transición entre viva y muerta”. ≈ Cambio, mudanza. 2 *Estado intermedio entre el primitivo y el estado a que se llega en un cambio: “Julia pasó sin transición de la felicidad más ignorante al más profundo de los dolores. Julia ya no vive una época de transición entre la vida y la muerte”.
TRANSICIÓN DE ESTADO CIVIL. Paso de uno a otro de los distintos estados civiles (soltería, matrimonio, divorcio, viudedad…) ya sea en un sentido o en otro. Las posibilidades son varias, solo hay que aplicar la fórmula de las probabilidades de ene elementos tomados de dos en dos. También dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver y que en las relaciones se establece una comunicación inconsciente que permite a cada uno de los miembros de la pareja saber qué está pasando exactamente sin que el otro abra la boca. Esta capacidad no suele usarse porque la ignorancia es felicidad. Julia quería ser feliz, aunque todo fuera mentira. No quería ver la expresión de póquer de Roberto cada vez que ella se empeñaba en besarlo. Ni quería usar los poderes telepáticos de los amantes para saber que el otro tenía una aventura. Prefería pensar que todos los planes de futuro seguían intactos y no que el amor de Roberto se había apagado súbitamente. Julia era la santísima trinidad de los monos: no ver, no oír, no hablar. Pero tarde, tarde o temprano todo el mundo recibe un disparo. Y da igual que sea figurado o plomo literal.
TRANSICIÓN DE ESTADO VITAL. Paso de la vida a la muerte (de momento no se conoce el paso en sentido contrario, salvo la celebradísima resurrección de Jesús, solo cuestionaba por un puñado de rencorosos). Julia no pensaba que se pudiera morir dos veces. Ni morir después de muerta. Sus últimos pensamientos se cobijan en los trozos de cerebro que asoman por el cráneo roto y que todavía están calientes, palpitantes y acogedores. La primera muerte se la debió a Roberto. La segunda no se la debe a nadie más que a ella misma.
TRANSICIÓN DE ESTADO MATERIAL. Paso de uno a otro de los tres estados de la materia. Cada uno de los cambios recibe un nombre específico demostrando riqueza de vocabulario: evaporación, solidificación, sublimación… La vida es sólida y, en ocasiones, líquida. La muerte es vaporosa. Y Julia, convertida en un hermoso y turbador gas, decidió convertirse en Dido y pasar toda la eternidad cargada de rencor. Algún día, algún día Roberto visitará el infierno y le pedirá perdón. Le dirá que todo fue un error, que no sabe cómo pudo pasar, que quiere que vuelva a su lado. Y entonces Julia le mandará a la mierda.

(La frase en cursiva es un verso de la canción "Estrella azul de España", mismo grupo, mismo álbum.)

martes, 30 de septiembre de 2008

Pequeña nota autobiográfica (II)

B.S.n.O.
Los Marañones
Canción: Black Experience
Álbum: Experiencia negra


Envidiábamos tanto a Máximo. Le bastaba un segundo y cerrar los ojos para quedarse dormido como un bendito, estuviéramos donde estuviéramos. Era como un superpoder.

Teníamos una tienda de campaña que compramos entre todos. Ponía que era para cuatro personas. Qué mentira tan grande. Allí nos llegábamos a meter hasta cinco tíos. Entre el pelo de Patxi en la cara, los pies de Manolo y el propio hedor era imposible dormir. A pesar de la ayuda extra: vinazo tinto, anís seco, porros en ele... Como podíamos, cambiábamos de postura y contábamos ovejitas. Pero nada. Sin embargo, Máximo hacía horas que dormía. Y, por si fuera poco, nos lo restregaba por la cara roncando como una bestia del averno, signifique eso lo que signifique. Sigue negando que ronca. Pero ronca. Vaya si ronca. Vive dios que sí.

Nosotros lo conocíamos y lo queríamos como era, pero los primeros pasajeros del tren de cercanías que se asomaban a las escaleras para bajar a la estación de RENFE ponían cara de horror al escuchar aquello y salían despavoridos. Al fondo de las escaleras había un rellano donde una verja metálica cortaba el paso a la estación hasta la hora de apertura. En ese rellano nos tumbamos Gabriel, Máximo y yo, apoyados unos sobre otros, a esperar que saliera el primer tren de vuelta a Murcia. Por supuesto, sólo Máximo dormía.

La noche había sido tremenda. Viajamos a Elche desde Murcia como tres groopuies de manual siguiendo a su grupo favorito. Por aquel entonces no perdonábamos ninguna actuación de Los Marañones. En el viaje de ida ya cayó una botella de Fanta y otra de lo que fuera. Vodka, creo. Mientras buscábamos el local del concierto, cayó la segunda botella de lo que fuera. Vodka también, creo. Para conseguir hielo usábamos el típico truco de entrar en los bares y pedir unos pocos cubitos porque un amigo se había dado un golpe muy fuerte y nos hacía falta aplicarle frío en el lugar de la contusión. Un plan infalible. Probadlo algún día y veréis. Cuando acabamos la segunda botella, buscamos un bar cutre y nos pedimos una ronda de tequilas. Juro que la altura de los chupitos que nos sirvieron era de palmo. Bueno, de palmo lo que se dice de palmo, quizá no, pero eran, por lo menos, el doble de altos que los habituales.

El alcohol no nos distrajo de nuestras obligaciones y llegamos con tiempo de sobra al concierto. Botamos como locos desde la primera canción. El resto del auditorio estaba allí por casualidad o curiosidad. Nosotros no. Nosotros éramos los fans number one del mejor grupo murciano de rock de todos los tiempos. Nos había dado por pedir a grito pelado la canción Black Experience y hacer el símbolo feminista del triángulo con los dedos mientras la pedíamos. ¿Por qué? Ni idea. Sólo sé que nunca aceptaron nuestra petición.

El concierto duró mucho más de lo previsto. Los Marañones agotaron su repertorio, menos Black Experience, y se lanzaron a las versiones. El manager no paraba de pedirles que pararan. Creo que se le ponían los pelos como escarpias de pensar que hubiera por ahí algún pájaro de la SGAE y los hundieran pidiendo derechos de autor de tanto cover. Pero aquello era un duelo entre los músicos y tres energúmenos que no dejaban de brincar, empujarse y dar patadas. Al final, si mal no recuerdo, ganamos nosotros.

El segurata abrió la verja y nos miró con cara de desconcierto. Supongo que no sabía si mosquearse o echarse a llorar. Despertamos a Máximo y volvimos a Murcia acunados por el traqueteo del tren.

Al entrar a mi portal, me encontré con una vecina de cierta edad que hasta entonces me miraba con ojos de decir menos mal que todavía quedan jóvenes responsables en nuestra comunidad. Era locutora de una emisora local de La COPE y desde aquella mañana no volvió a devolverme el saludo.

Entré en casa con mucha dignidad y volví a explicarle a mi madre que los viernes no tenía clase y que podía irme directamente a la cama. Era una explicación muy alambicada que había ideado para salir los jueves sin miramientos de ningún tipo. Mi madre me dejó hablar. Cuando acabé, me dijo:

―Está bien, hijo. Pero hoy es sábado.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Amor abollado

B.S.n.O.
Surfin´ Bichos
Canción: Gente abollada y Comida china y subfusiles
Álbum: La luz en tus entrañas y El amigo de las tormentas (respectivamente)
Según el día y la hora, frente a la ventana enrejada de Reme había más o menos gente haciendo cola. Si el viernes noche te sorprendía sin nada que echarte a la vena, te tocaría esperar un buen rato hasta conseguir uno de esos pedacitos de gloria que Reme vendía envueltos en papel de plata. Juanma solía madrugar para no aguantar aglomeraciones. Antes de las diez de la mañana ya había hecho la compra, a pesar de los insultos que Reme le dirigía por despertarle. Odiaba coincidir con otros yonquis. No sabía por qué. Bueno, sí lo sabía. Aquellos colgados, ojerosos y mellados, le ponían en evidencia. Él no era un yonqui auténtico, sólo un proyecto de músico o poeta o cualquier cosa con pose autodestructiva. No le gustaba que descubrieran su impostura. Además, los otros yonquis, los de verdad, le miraban siempre por encima del hombro.
Le sorprendió verla tan temprano frente a la ventana. Parecía impaciente. Quizás Reme no estaba. Juanma le explicó que había que insistir y golpeó con fuerza la persiana bajada. Esa noche compartieron duermevelas y ausencias. Y en mitad de la lucidez onírica de la heroína, se enamoraron.
Los amores verdaderos tienen su propio lenguaje secreto. Juanma y su chica llamaban a las drogas con nombres de comida china. Rollito de primavera. Chop suey. Cerdo agridulce. Pan de gamba. Cada uno de esos nombres significaba un tipo de sustancia, una dosis precisa, un polvo concreto, un nuevo matiz amoroso.
Durante algunos años fue una historia de amor como en el cine. Después, Juanma se despertó y pensó en ella ahí tirada, muriéndose en la cama de un hospital. Sola. Le habían prohibido verla. Todos eran mayores de edad, él no le enseñó nada que ella no supiera ya pero le habían prohibido verla. Se moría allí sola, agonizando de dolor, aislada. Mierda.
Calentó el chino y aspiró. El dolor se fue o se quedó olvidado en algún rincón oscuro. Bendita anestesia. Sintió ganas de vomitar pero pudo contenerse. Despacio, se dejó caer del sillón. El suelo le resultó fresco y acogedor. Se agarró las rodillas con ambas manos y se encogió todo lo que pudo. Hizo un esfuerzo por respirar rítmicamente. Entonces se durmió y soñó que entraba en el hospital armado con un subfusil infalible y acribillaba al celador de recepción y a un par de enfermeras y al médico de su chica y a sus padres y a todos los hijos de puta que se entrometían.
Sólo quedaron ellos dos tras la masacre. La desconectó con cuidado de las máquinas y los sueros. Ella se quejó levemente. ¿Te duele? No, amor mío. La ayudó a levantarse. Ella dijo que podía andar. Se apoyó en su brazo y se alejó de la cama. Recorrieron pasillos desiertos esquivando los cadáveres. Ya nadie nos molestará, prometió alguno de los dos. Salieron juntos del hospital. Afuera les esperaban unos maravillosos cielos fucsia.