Y ahora, el cuento en cuestión:
Pequeña nota probablemente autobiográfica
B.S. no O.
Artista: The Rolling Stones
Canción: You Can´t Always Get What You Want
Álbum: Let It Bleed
La primera señal de alarma pasó
desapercibida como una discusión de pareja más. Volvían de un fin de semana en la
playa. Anochecía. La interminable fila de coches avanzaba a velocidad
desquiciante. El hijo mayor dormía como un bendito. El pequeño lloraba en modo
bucle llamando a su abuela. El llanto crispó los ánimos. Ella apagó la música
de golpe, sin previo aviso. Sonaba “You Can´t Always Get What You Want” de The Rolling Stones. Él perdió la paciencia y dijo cosas inconvenientes. Se soltó el
cinturón. Se pasó al asiento de atrás a ver si conseguía que el hijo pequeño
dejara de llorar. Se puso los auriculares del móvil para seguir escuchando
música. Sonaba “That´s Entertainment” de Paul Weller. Así siguió el resto del
viaje. Sordo a todo lo demás.
La
segunda señal de alarma fue escuchaba por sus dos hijos. De nuevo en el coche.
El mayor le preguntó algo. Él, en vez de responder, subió el volumen de la
música. Sonaba “Santos que yo te pinté” de Los Planetas. Cuando ella llegó a
casa, el hijo mayor le contó lo que había pasado y una sombra de duda cruzó la
cara de la mujer.
La
tercera señal de alarma le agradó mucho a ella y la distrajo de la catástrofe que
se avecinaba. Él ponía lavadora tras lavadora. La ropa para planchar se
acumulaba. Una excusa perfecta para encerrarse en el estudio, plancha en mano,
a escuchar discos de vinilo. Sonaba The Pains Of Being Pure At Heart.
La
cuarta señal de alarma fue muy comentada, especialmente en el barrio en el que
trabajaba. Allí era habitual que de las ventanas saliera a todo volumen música
de Camela, La húngara o Junco. Menos habitual era que un educador se encerrara
en su despacho a escuchar a The Yardbirds a todo lo que daba el viejo
radiocasette del centro comunitario.
La
quinta señal empezó a ser alarmante. Él apenas sabía inglés, a pesar de lo
cual, ella lo descubrió una noche, a eso de las tres de la madrugada, cantando
en sueños el “Get Ready” de The Temptations con un impecable acento de Detroit.
La
sexta señal de alarma fue la definitiva. Después de una llamada de socorro de
ella, la policía lo encontró medio muerto y enteramente ido después de estar
casi tres horas corriendo alrededor del Campus de E. Sonaba el primer EP de
Vacaciones. Los dos gigas de la tarjeta de memoria de su móvil tenían espacio
para muchas canciones, sobre todo a 128 kbps, y había decidido no dejar de
correr hasta que sonara la última. Dejadme, consiguió decir mientras lo subían
a la ambulancia, que ahora va un disco de Cooper.
Cuando
se recuperó del fenomenal esfuerzo, nunca antes había corrido más de una hora,
lo trasladaron a la planta de psiquitaría del hospital. No voy a andarme por
las ramas, le dijo el psiquiatra a ella, creo que le conviene saber la verdad,
más que nada para que decida con tino lo que va a hacer con él a partir de
ahora. Su marido... No es mi marido, no estamos casado, le aclaró. Bueno, usted
perdone, su... lo que sea, no ha perdido la cabeza porque sí. Ciertas
corrientes... cómo le diría... blandas de la psiquiatría se empeñan en
buscar causas medioambientales que exculpen al sujeto. Pero este no es el caso.
Lo sorprendente es que haya llegado hasta aquí. Se trata de un ser débil y
apocado, sin entereza para afrontar el mundo moderno, dispuesto solo para los
más fuertes, y que desea huir a toda costa. La medicación actual puede obrar el
milagro. Pero no se engañe, será un milagro breve. Volverá a escapar. Tal vez
repita con la música. Tal vez se fugue a los tebeos, a la ropa de marca o a las
novelas de ese escritor japonés al que me ha dicho que es tan aficionado. Pero
se fugará. Téngalo por seguro. Así que allá usted con lo que decida. Pero si
quiere seguir el consejo de un profesional con años de experiencia y que sabe
lo que se hace, déjelo aquí encerrado. Lo digo por el bien de todos. Le
pondremos la música que nos pida, lo tendremos medicado, los cabezazos se los
dará contra paredes acolchadas... será más feliz de lo que nunca lo ha sido ahí
afuera. Se lo puedo asegurar.
Ella
se dirigió hacia la salida del edificio. No le había dicho nada a aquel hombre
experto en mentes y tan seguro de si mismo pero ya había tomado una decisión.
Abandonaba el hospital cuando por el hilo musical las muchachas del London Bach Coir empezaron a cantar: You can´t always get…
3 comentarios:
Hola! No sé si a esta altura (casi cinco años después) vas a leer el comentario, pero quería decirte que disfruté mucho de tus cuentos y, especialmente, del blog. Me gustaría leer tus libros, pero no creo que en Argentina (y menos en el interior, donde vivo) los encuentre. Saludos,
Gabriela
Hola, Gabriela. De pura casualidad, he vuelto al blog. Si me escribes a federicomontalbanlopez@gmail.com te puedo enviar alguno de mis libros en formato digital (regalados, of course).
Dejadme, que ahora va uno de Cooper.
Qué gran frase! Jasjasjasjas
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