B.S. no O.: Electric Blue.
Artista: Arcade Fire.
Álbum: Everything Now.
Martha Kearney le da los buenos días. Son las seis AM GMT
de una mañana cualquiera. Lleva desde las cinco y media AM GMT +1 buscando
mujeres anarquistas entre sus libros, en internet, debajo de las piedras. Ya
seguirá mañana. Mira por la ventana y, hasta donde le alcanza la vista, todo
son ruinas. El páramo sin fin se ilumina con las primeras luces del amanecer.
Aparta unos cascotes que acaban de caer del techo, se deshace de los restos de
lo que pudo ser un jarrón precioso, cosas ya insignificantes, y se sienta a
fumar. Sigue una estricta dieta de tabaco y café. Con cafeína las tazas
impares, descafeinadas las pares. Si dirige la vista a través de una zona
concreta de las lentes progresivas último modelo, atina a ver las ascuas del
cigarrillo arder con un azul reconfortante. Orgánico, sí, pero reconfortante al
fin y al cabo. Comprueba el calendario para confirmar que todo sigue en su
sitio, al menos todo lo que merece la pena que siga en su sitio. Régine, I love you
so much, of course you kown that, but you´re wrong: summer isn´t gone... thus I
don´t know shit. El frío cala los huesos. La
humedad lo corroe todo con lentitud de río o fenómeno atmosférico. La
calefacción, renqueante, pone de su parte por mucho que no sea suficiente. Pero
sigue siendo verano.
Sale a la calle convencido de que no tiene sentido
vestir botas de agua. El nivel del mar subió tras la última canción apenas unos
centímetros pero fue suficiente para cubrirlo todo por doquier. Sus pies son
dos peces felices que no dejan de bailar entre las corrientes, acompasados por
la fuerza de gravedad de la luna, parpadeando entre universos paralelos. Y él,
imprudente, avaricioso, lo ha llenado todo de señales que lo electrifican.
Relámpagos azules le recorren el cuerpo cuando menos se lo espera. El amor nos
predispone al rayo, al trueno, a la electricidad. Los cielos se electrocutan y
él sabe quién es la responsable de todo aquello.
Se cruza con mucha gente en su camino. Y cada cara que
ve le asegura que ha pasado algo extraordinario. Régine, my dear, this is the
right statement: A thousand girls that don´t look like her. Antes, no era así. Antes, se enamoraba y sí, daba
igual dónde fuera o qué estuviera haciendo, el corazón le daba un vuelco porque
todas las chicas se parecían a ella. Pero ahora, ella es única, nadie se le
parece. This is what I have found out.
Baja del tranvía y rodea con cuidado el cráter que ha
dejado una bomba. Es nuevo, el cráter, por lo que supone que anoche volvieron a
bombardear. Nadie habla de ello. Nadie parece darse cuenta de lo que está
pasando. El mundo, como siempre, se desmorona mientras permanecemos ciegos a la
evidencia. Vosotros sabréis, se dice no sin cierto rencor, mientras planifica
revueltas sostenidas en canciones bonitas y electrones furiosos. El amor,
ingenuo, se piensa que todo lo puede so I keep trying to sing her blues. Se
detiene civilizadamente ante el semáforo en rojo y aprovecha para liar un
cigarrillo.
Niño que quiere que le cuenten el mismo cuento cada
noche o yonki que exige la enésima dosis consecutiva de su canción favorita, vuelve
a pasarse a sí mismo el test de la isla desierta. Tienen dieciséis años, tal
vez diecisiete, se han fugado alguna clase del instituto y quieren confirmar
quién es su único y verdadero amor. Caballeros de una corte cualquiera del
siglo XII. Venga, dice uno de ellos, ¿si tuvierais que pasar el resto de
vuestras vidas en una isla desierta, con qué persona querríais estar? Retiene
la respuesta. Se pone los auriculares como el que saca un cóctel molotov que
hará arder en vano los archivos del catastro con un fuego azul [ˈɑːrkaɪv ˈfaɪər], como el que pasa las noches en vela
planificando una metáfora que no llegará a ningún sitio, como el que hace lo
que hace porque sí y ya está. El amor desprecia la eficacia, la eficiencia,
toda la gramática capitalista. Le da al play y un escalofrío mágico lo sacude
de arriba a abajo. Le da igual estar en mitad de la calle. Le da igual que lo
miren como a un loco. Le dan igual los silencios y el efecto Zeigarnik. Baila,
se tapa los ojos, espera a que todo el espacio se llene de fosfenos y,
entonces, responde a la pregunta: An island surrounded by a tideless sea.